lunes, 7 de septiembre de 2015

Emprender, cuestión de Convicción o Testarudez?


El emprendimiento suele ser un proyecto que se desarrolla con esfuerzo y haciendo frente a diversas dificultades, con la resolución de llegar a un determinado punto. En teoría todos nos consideramos emprendedores hasta que llega el primer obstáculo, es aquí donde todo se derrumba y muchos desistimos; barreras como el tiempo, financiamiento, poco conocimiento en el área de negocio a emprender son entre otras las más comunes que se presentan al iniciar nuestra labor como empresarios.

Si bien es cierto que iniciar una empresa o negocio no es una tarea fácil, también hay que tener en cuenta otros casos en que la terquedad del emprendedor triunfó sobre toda barrera que hubo al frente, he aquí una de las principales características que debe tener un emprendedor; la terquedad? No, más que terquedad yo lo llamaría convicción, creer en tu idea, creer que es posible y lograr que esa idea te apasione. La idea no es cerrar los ojos y solo creer que tu idea es la nueva rueda, también hay que ser receptivo y observador, lograr identificar todos los puntos débiles que tiene tu idea; y los puntos fuertes? Pues esos los conocemos de sobra. Lo principal es ver dónde puede estar fallando tu idea, es por esto que hablo más de convicción que de testarudez.

En la medida que puedas ir mitigando el efecto negativo que las debilidades de tu idea dan a tu plan de emprendimiento, todos los obstáculos se irán desvaneciendo por si solos.

Ahora bien, nuestra convicción debe ser total, no basta con estar convencido del éxito de nuestra idea de negocio si ante la primera oportunidad de volver a la zona de confort de un empleo estable también la dejamos a un lado. Muchas buenas iniciativas de negocio han muerto también por esto, la tranquilidad que nos da un empleo siempre pesa al momento de tomar la decisión de seguir adelante.


Una idea de negocio la tienen todos, la capacidad de crear e innovar es algo inherente al ser humano, está en cada uno de nosotros apropiarnos de nuestra idea, aprender de ella, apasionarnos con llevarla a cabo y también, de ser necesario, a dejarla ir de no ser viable, pero siempre con la mente enfocada en nuestra próxima nueva iniciativa.

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